Por José Luis Di Lorenzo – Lo Social
La reparación es el nudo gordiano del ideario de Yrigoyen. “Es la matriz generadora de la acción, que se orienta hacia la restauración de un pasado áureo, impreciso pero originario… Es un impulso reparador, cumplimentador de un destino, una especie de proa hacia la acción que conduce a la realización de la Nación”[10]
Convengamos que el sufragio universal, secreto y obligatorio, constituye una cabal reparación ciudadana que el fraude obturaba, y si bien por entonces solo tuvo como destinatarios a los ciudadanos varones, les otorga derechos que estaban en la letra constitucional pero que eran real y sistemáticamente negados. La Ley Sáenz Peña, que de alguna manera es una conquista que le fue arrancada por el radicalismo al régimen, constituye un instrumento jurídico que –en la terminología actual- incluye a los por entonces excluidos políticos.
Del texto en análisis surge que la organización de las instituciones resultan una reparación abarcativa del conjunto nacional, del movimiento como se lo denomina., que resultará reparador, sanador.
“He dicho otras veces que el movimiento no sólo salvaría a la Nación del presente, sino que germinaría en su magno porvenir, y para los que no se aperciban de que una generación de ideas nuevas y liberadoras avanza incontenible y resuelta por los caminos de la patria, ésta es la hora de toda persuasión. …”[11]
Movimiento que la génesis conceptual e insurreccional va gestando como una meta, un ideal a cumplir. “Así se han realizado todos los acontecimientos humanos: por la concepción del ideal primero, y por su íntegra materialización después; y sólo fracasaron por el desvío o por la apostasía…”[12].
Para Yrigoyen se trata de los valores redentores de la Patria, “-la Reparación es un movimiento de carácter nacional-…” que en realidad encierra un apostolado cultural. Él quería generar una espiritualidad que perdurara a través de los tiempos. “Yrigoyen quiso consagrarse a esa tarea, pero no es el apostolado de un maestro sino la madurez de una cultura lo que da la élite indispensable”[13],
“U. C. Radical, que es más que un partido político, un movimiento de carácter nacional”[14]
Pone el acento en lo que por entonces la Patria adolece, moralizar la gestión pública: “La reivindicación del honor de la Nación, la reasunción de sus atributos morales, la restauración de sus instituciones, la elevación de las clases trabajadoras, el restablecimiento de su soberanía …”[15]
Demandando la reparación de los derechos de los que menos tienen “armonizados con los poderosos, que lo tienen todo”[16]
La reparación, nos dirá, es la que dignifica, ya que constituye “… una gran cruzada que emprende la argentinidad para retomar la marcha perdida de su tradición histórica, que viene de Mayo”[17].
Se preocupa y advierte respecto de “la posibilidad de que por cualquier causa pudiera desaparecer del escenario nacional la contienda reivindicatoria…[18]”
Tal afirma Jorge Bolívar el yrigoyenismo constituye el inicio de la finalización del Proyecto del Ochenta, Es la oposición al Proyecto que en definitiva denuncia como “el régimen”. Tiene una cosmovisión movimientista, propugna la justicia social, al declarar nuestra neutralidad ante la primera guerra ejerce la soberanía política, pero no alcanza el objetivo de concretar la independencia económica, lo que impide erigirse en un proyecto en sí mismo. Sin embargo, es innegable que constituye la bisagra hacia el nuevo proyecto industrialista que años después verá luz.
[10] Hebe Clementi
[11] Hipólito Yrigoyen. Mi Vida y Mi Doctrina. 1923
[12] Hipólito Yrigoyen. Mi Vida y Mi Doctrina. 1923
[13] José María Rosa, Historia Argentina, Tomo X.
[14] Hipólito Yrigoyen. Mi Vida y Mi Doctrina. 1923
[15] Hipólito Yrigoyen. Mi Vida y Mi Doctrina. 1923
[16] Hipólito Yrigoyen. Mi Vida y Mi Doctrina. 1923
[17] Hipólito Yrigoyen. Mi Vida y Mi Doctrina. 1923
[18] Hipólito Yrigoyen. Mi Vida y Mi Doctrina. 1923