El país ha acumulado amargas experiencias sobre el manejo desordenado e imprevisor de las riquezas naturales que forman parte del patrimonio del Estado. Basta recordar lo acontecido con la tierra pública, cuya historia desastrosa mantiene una acusación ilevantable sobre las gobiernos del pasado, y que fuera enajenada a precios viles sin plan ni concierto -sustrayéndola a sus convenientes destinos económicos para hacerla servir de base a los extraordinarios enriquecimientos privados que se obtuvieron a expensas de la fortuna nacional-, para sentir la aspiración fervorosa y el propósito inquebrantable de que sea igualmente malograda la segunda gran riqueza con que los mandatos de la Divina Providencia han querido favorecer a nuestra tierra privilegiada.

Sobre el petróleo – Mensaje al Congreso Nacional

El petróleo