En la enormidad de los inmensos daños que causara el Régimen en su dominio detentador por tan largo tiempo y en la dilapidación del patrimonio y de la riqueza nacional, la tierra pública fué la más vorazmente arrebatada, apropiándosela en casos para sí, o enajenándola en otros en grandes latifundios, a vil precio, a trueque de fabulosas coimas. En esa perversión nada lo detuvo, por lo cual arrasó con los pobladores de todas las zonas de la República que residen en ellas en la sucesión de familias, desde las horas nacientes de la nacionalidad y con los modestos trabajadores que se arriesgaron a poblarlas.
Mensaje al Congreso Nacional