El radicalismo creyeron destruirlo. Lo presintieron muerto. Y no percibieron, ni se dieron cuenta, porque no tienen sensibilidad para ello, que él arranca de las entrañas mismas de nuestra historia. Es la substancia vital de la nacionalidad. Su aparición en el escenario político responde a factores históricos. No es una creación artificial y caprichosa.
Nosotros, no hemos hecho otra cosa que concretar esa corriente. Le dimos forma y esta ahí, pujante y vigorosa, en marcha ascensional. ¡Que había de morir! En lo físico, como en lo moral, muere lo que ya cumplió su misión, lo estático; vive lo dinámico, lo que se nutre en la evolución de la sociedad y de la especie.
Por eso el radicalismo seguirá su ritmo, sin que lo abata ni la adversidad ni la persecución, ni el odio ni la maldad humana.